Encontramos Nuestra Casa de los Sueños en Cantabria: Un Descubrimiento Inesperado

¿Alguna vez has sentido que el destino tenía planes diferentes para ti? Justo cuando crees que sabes exactamente lo que buscas, la vida te sorprende con algo mejor. Así comenzó nuestra historia con la hermosa casa de indianos en Cantabria que hoy llamamos hogar.

La búsqueda inicial: Madrid como destino soñado

Llevábamos tiempo buscando la que sería nuestra casa de los sueños... Pero lo que nunca nos imaginaríamos es que se encontraría en Cantabria, donde tantos veranos pasé de pequeña.

Siempre soñábamos con encontrar nuestra casa ideal en uno de nuestros barrios favoritos de Madrid. Estábamos en la búsqueda incesante de una casita, no muy grande, pero para reformar entera. Por algo estoy casada con un arquitecto, ¿no? Queríamos decorarla a nuestro gusto. Distribuirla según nuestras necesidades. En definitiva, construir un lugar acogedor.

Pero no lo llegamos a encontrar. Bueno, miento. Encontramos una, pero alguien la vio primero y se la quedó. Ahora me alegro que pasara eso.

Cambiando el rumbo: de Madrid a Cantabria

No nos dimos por vencidos. Pero pensamos que en Madrid estamos bien como estamos y que algún día, llegaría nuestra oportunidad. Así que me centré en otra dirección: una casa de veraneo.

He tenido la suerte de veranear siempre en un mismo lugar durante un mes cada año. El resto del tiempo mi padre buscaba otro destino para desconectar solo los 5, la familia. Generalmente era en el norte. Y Santander se repitió en más de una ocasión. Durante el mes anterior, lo disfrutábamos con mi abuela en un apartamento junto al mar. Allí hice grandes amigos y pasé los mejores veranos de mi vida. Y, a día de hoy, muchos de esos amigos, siguen estando ahí.

Como madre de 4 niños, siempre hemos hablado Antonio y yo que tendríamos un lugar fijo de veraneo para que el día de mañana nuestros hijos pasen algunos días con nosotros. Así podríamos disfrutar de ellos y de los nietos, si los tuvieran, al igual que hicieron nuestros abuelos.

Por eso cambié el foco de búsqueda de la casa. En vez de hacerlo en Madrid, me puse a trabajar para encontrar la que sería nuestra casa de veraneo.

Un viaje de trabajo que lo cambió todo

Y de repente, el día menos esperado, aparece la gran casa. La casa de los sueños por la que tanto hemos luchado. Y todo, por un viaje de trabajo. Y porque soy adicta a Idealista, no nos vamos a engañar.

Os cuento la historia: Volvía de camino a Madrid. Cometí la torpeza de cambiar mi billete de tren por otro que salía antes de Santander hacia Madrid. Y resultó ser el tren con el recorrido más largo de la historia. El que va parando en todos los pueblos de Cantabria hasta llegar a un pueblo, cuyo nombre no recuerdo (seguro que más de uno ha cogido ese tren), y hacer transbordo a otro tren. Mucho más cómodo, por cierto, y con menos paradas.

Al principio no me lo podía creer, ¡menuda tontería había hecho para llegar media hora antes a Madrid! Pero de nada servía ya quejarme.

El descubrimiento inesperado en Idealista

Mientras observaba el hermoso paisaje cántabro desde la ventana del tren, se me ocurrió empezar a mirar en Idealista. ¡Bendita ocurrencia! Recuerdo que estaba en la parada de Torrelavega cuando la encontré. Ahí estaba, una casa de indianos, maravillosa.

Escaseaban las fotografías ya que la casa estaba un poco en ruinas y no había mucho que enseñar. Y llamé. Ya tenía previsto mi siguiente viaje a Santander el mes próximo. Sin dudarlo ni un segundo, acordé con la agencia la visita a la que sería nuestra casa.

Al llegar a Madrid después de más de 4h de viaje (siempre se retrasa el tren de Santander a Madrid, no sé por qué extraña razón), se la enseñé a Antonio. Le encantó y por supuesto, me animó a ir a verla, como siempre hace. Nunca pone freno a mis sueños. Siempre y cuando sean posibles, por supuesto.

El día de la visita: amor a primera vista

Y llegó el día. A primera hora de la mañana aterricé en Santander. Alquilé un coche y me fui directa a la casa de los sueños, en Liandres, uno de los barrios de Ruiloba.

El día estaba nublado. Lloviznaba. La persona de la agencia me esperaba justo en la esquina de la casa. Una mujer encantadora, por cierto. En seguida llegamos a la puerta de entrada. Yo estaba súper nerviosa. Y mientras ella me explicaba todo, yo iba soñando...

Cuando sientes que has llegado a casa

Entramos en la casa. Llevaba tiempo sin abrirse, me comentó. Años sin habitarse, muchos años. Y al entrar tuve una sensación maravillosa. Fue, entonces, cuando me di cuenta. Era la casa, la casa de nuestros sueños. A pesar de llevar tantos años sin habitar, no olía a moho, a cerrado, ni nada por el estilo. Pensé que, a lo mejor, la habían ventilado antes. Pero una casa, cuando permanece mucho tiempo cerrada, por mucho que ventiles, el olor no desaparece.

La planta de abajo, espectacular. Ver esos suelos hidráulicos originales, todo tan destartalado... ¡Maravillosa! Pero, la primera planta, otra historia. Esa luz, a pesar de estar lloviendo. El baño tan especial. La galería y las vistas. Ver tanto campo, los Picos de Europa, ¡increíble! No le encontré ni un pero. Todo era perfecto.

Grabé cada rincón. El suelo de madera. El baño, el paisaje. El jardín. No quería que se me escapara nada. Quería que, cuando Antonio viera el vídeo, sintiera lo mismo que yo. Que esa era la casa que los dos buscábamos para pasar con nuestros hijos los veranos. Nuestra casa de verano. Y así fue. Se lo mandé y experimentó la misma sensación. Ahora sí que era la casa.

Un proyecto con alma en continua evolución

Y aquí estamos, con todo a medio hacer. Después de más de un año para firmar y luego para empezar con las obras. Pero con la ilusión del primer día. Con la emoción de las obras, de imaginárnosla terminada. Y, de pensar, en familia el tiempo que pasaremos allí disfrutando de ese lugar tan mágico. Tan lleno de alma. Porque, como yo digo, es un proyecto con alma.

Ojalá lo disfrutéis tanto como yo, como nosotros.

Continuará...







Antonio Manas